Un gimnasio repleto, partidos que no daban tregua y una comunidad que se volcó para apoyar a sus equipos hicieron de este campeonato una experiencia que trasciende lo deportivo.
El ambiente en el gimnasio de la Universidad Adventista de Chile era eléctrico. Más de mil doscientas personas llenaban las gradas el sábado por la noche, mientras en las cuatro canchas se desarrollaban simultáneamente partidos de voleibol que mantenían a todos al borde de sus asientos. Así transcurrió el Campeonato Nacional de Voleibol de Colegios Adventistas; 17 colegios, representando a 32 equipos participantes de damas y varones, demostraron que el deporte puede construir comunidad tanto como definir campeones.



Durante todo el fin de semana, el ir y venir de estudiantes, familiares y público general creó un movimiento constante. La gente se agolpaba para ver los encuentros más disputados, apoyando por igual a equipos locales y visitantes. “El domingo comenzamos a las 8:30 de la mañana y terminamos cerca de las 10 de la noche”, comentaba Andrés Espinosa Schmied, Director de Bienestar Estudiantil y organizador del campeonato, destacando la intensidad de una jornada donde se jugaron 32 partidos en un solo día.



En lo más alto del podio femenino quedó el Sidney College de Chillán, que se impuso en una final espectacular al Colegio Adventista de Concepción. Mientras, en varones, el Centro de Educacional Adventista de Los Ángeles (CEALA) culminó un torneo casi perfecto, perdiendo solo un set en todo el campeonato. Pero más allá de los resultados, surgieron historias que hablan del espíritu del evento: equipos como Arica, que por primera vez participaba en damas y alcanzó el tercer puesto, o Talca y Angol, que sorprendieron con su juego pese a no llegar a semifinales.



La proyección de este campeonato apunta a mantener esta energía única. Existe interés de colegios internacionales por sumarse, aunque el foco inmediato está en conservar los equipos que este año hicieron del evento un espacio de encuentro y sana competencia. Las miradas brillantes de los jugadores y el eco de los aplausos en el gimnasio de la UNACH confirman que este nacional de voleibol ya es mucho más que un torneo: es un punto de conexión que crece año a año.